Turismo para ciegos

Oferta turística para ciegos

Como ya apunté en otro post una de las posibilidades de mejorar la oferta turística es enfocar el producto Navelgas, Oro Puro a colectivos específicos. Y mi propuesta era empezar por los ciegos. En este sentido, he hablado con Miquel para que me asesore, y además se ha ofrecido para hacer de conejillo de indias a la hora de “probar la mercancía”.

El proceso sería el siguiente:

- Diseñar el paquete turístico con las aportaciones de todos.
- Validarlo, con la ayuda de Miquel.
- Promocionarlo. Parece que la ONCE sería el canal más lógico (y aquí puede ser de ayuda el colega de JaviBenita). Un objetivo que nos podríamos marcar es ser capaces de tener una oferta lista para presentar en FITUR 2013, si tenemos stand como otros años.

Vamos, pues con la primera fase: el diseño del producto.

Se trata de partir de lo que ya existe y buscarle las vueltas para que se pueda vender como producto accesible para ciegos. Ya en una ocasión pedí sugerencias en este foro, con escasas aportaciones (sólo un ofrecimiento de colaboración de JaviBenita que tiene un amiguete en la ONCE).

Así que ahora voy a intentar plasmar lo que llevamos discurrido entre Miquel y yo, a ver si os sirve de inspiración, tanto para mejorar nuestras propuestas como para plantear otras nuevas.

Bien, ¿qué es lo que tenemos?
Oro, Naturaleza, Tradición, Gastronomía, Hospitalidad

Oro para ciegos

Tenemos el MOA. ¿Qué se podría mejorar para hacerlo una visita atractiva para personas que no pueden ver el brillo del metal? Y, además, huyendo de inversiones costosas. Supongo que Alba, como mejor conocedora del museo, podría aportar muchas ideas. A mí se me ocurre: diseñar expresamente una visita guiada para ciegos, haciendo más hincapié en las explicaciones orales y en que puedan tocar algunas cosas.

Creo que el bateo puede dar más juego incluso: es imposible, siendo ciego, llegar a completar una bateada; pero NO lo es practicar los movimientos iniciales, aquellos en que se desecha la mayor parte del material. Si nos fijamos en los “profesionales” esta primera parte la hacen casi a ciegas. Incluso, en la competición, se podría plantear una modalidad por parejas ciego/”vidente”: el ciego se encargaría de la primera fase (asesorado por la otra persona), con un tiempo limitado; y el vidente remataría la faena y sacaría las pepitas, en el tiempo que se le asigne.

¿Qué os parece? ¿Alguna idea en este apartado?

Naturaleza

Ya dijimos que el paisaje no sólo se ve: también puede oírse, tocarse y olerse (incluso saborearse). La cosa podría empezar en el Museo del Bosque: es un espacio acotado y tienen muestra representativa de lo principal que nos podemos encontrar. Esa sería el punto de arranque. Después tendríamos que revisitar alguna de las rutas (las existentes o las futuras) y buscar puntos de detención donde poder apreciar según qué cosas: por ejemplo, la Ruta del Oro (enlazando con lo anterior), asomándose a las cuevas (el sonido del agua, el eco); o cualquier otra, si sabemos dónde es probable escuchar el canto de los pájaros (y sabemos quién canta para dar información relevante), o dónde se escucha el rumor del río; o tocar un xardón, y que se pinchen un poco; o distinguir el arbolado típico tocando (u oliendo) la corteza o las hojas; o, según la temporada, recoger unas moras o unos arándanos, o unos borrachines.

¿Quién da más? ¿Alguna ruta índigo que sea particularmente interesante adaptar?

Tradición

No vamos a hacer coincidir las visitas con el esfoyón, así que habrá que ver dónde tenemos la tradición “envasada”. Por ejemplo, en el Museo Vaqueiro, que no deja de ser un museo etnográfico. Miquel me comentó que lo llevaron el primer año que estuvo con nosotros, y que le gustó la visita. ¿Por qué? Porque se pueden tocar las cosas: la cama de los vaqueiros, los muebles, los aperos,… Y además la historia de los vaqueiros es fascinante si está bien contada.

¿Más? El deporte tradicional, en este caso los bolos. Miquel también me dijo que es una experiencia sonora muy interesante (¿o no? el sonido de la bola al lavarla y rascarla contra la poza; el impacto con la bolera, la lona cuando chocan contra ella los bolos,…). Y eso que él fue sólo de espectador. Si hacemos una visita en la que puedan tocar las bolas, los bolos, recorrer la bolera para reconocer las dimensiones y, ¿por qué no tirar unas boladas los que se atrevan? A ver, no creo que lo hagan mucho peor que alguno de nosotros en el tradicional desafío de agosto.

Bueno, venga, seguro que hay otras tradiciones que podamos empaquetar, pero yo no caigo en este momento, ¿quién me ayuda?

Gastronomía

Este es uno de los principales filones para cualquier turista (Naturaleza a la carta dice el afortunado eslogan de Tineo). Pues para un ciego, imaginaos. Ahí no es que sean como cualquiera, es que probablemente nos den mil vueltas a los demás, en cuanto a apreciar sabores, olores y textura de los alimentos y bebidas.

Creo que una manera de que la experiencia sea completa es no sólo ir a comer, sino ver todo el proceso. Es decir, antes de probar el chosco visitar una empresa cárnica de la zona, que puede ser AST o Ca´l Caseiro. Supongo que todos hemos entrado alguna vez en La Chacinera y creo que el olor es imborrable (y muy agradable, además). Que les expliquen cómo se hacen los distintos productos, ¿podrían tocar incluso el material? Luego una pequeña degustación, y ya tenemos un consumidor informado. Incluso pueden hacer una cata ciega y que nos digan si está mejor el chosco auténtico o el fiambre de chosco, y así de paso resuelven la reciente discusión de la Semana Santa.

¿Más? El resto es un poco más difícil, pero si estamos en temporada (y es fácil que así sea) se puede visitar una tierra de fabas, que no deja de ser curiosa, especialmente por el sistema de entutorado (ósea, las estacas y cuerdas para que trepe la planta). Y les explicamos que es un proceso que requiere mucha mano de obra, porque no está mecanizado. Y que eso justifica, en parte, el elevado precio del producto. Nuevamente, un consumidor informado vale por dos. Y luego nos metemos la fabada o el pote entre pecho y espalda. Si es en Casa Lidia y luego Luciano nos deleita con una performance, musical o política, entonces seguro que no lo olvidan en lo que les queda de vida.

Otro elemento que se puede explotar es la sidra, explicándoles que la sidra típica asturiana no es la del Gaitero (aunque no lo creáis es la visión que tienen muchos españoles), contándoles cómo se elabora, por qué se escancia (historia y química) y cómo se bebe (es decir, de un trago, no a la madrileña dejándola reposar). Incluso darles un curso acelerado de escanciado (los buenos echadores pueden hacerlo con los ojos cerrados) y que prueben los más osados (aunque sea con agua).

¿Qué más se puede comer o beber en Navelgas que sea típico? O no sólo de gocho vive el navelguino. ¿Quién se anima?

Hospitalidad

Esta es la clave de todo. Por supuesto que todas estas visitas y experiencias deben ser guiadas, para lo cual deberíamos poner de acuerdo e implicar a todos los actores: responsables de museos, de empresas, de restaurantes,… Y además involucrarnos a título individual (la asociación sería el medio ideal para canalizar este trabajo voluntario), porque ya sabemos que los recursos públicos escasean. Personalmente os diré que cuando Noelia y yo nos llevamos a Miquel de excursión (por Oviedo, Gijón, Mieres,…) la experiencia es posiblemente tan gratificante o más para nosotros que para él. Te obligas a ponerte en su lugar y a buscar elementos inexplorados, que no dependan de la vista (o no únicamente); y al final acabas aprendiendo mucho más de lo que pensabas. Incluso se me ocurre que, en las rutas a campo abierto, además del guía principal los niños podrían hacer de lazarillos individuales, con lo cual también estarían aprendiendo una lección importante que no voy a describir para que no me acuséis de cursi, Bambi o zapateril.